Testimonios

En mi segunda o tercera sesión con Dream Mentor David practicamos la visualización y, guiada por David, me imaginé acariciando a un hermoso león. Al día siguiente no vi ningún león, a los dos días vi uno y a partir del tercer día los veía por todas partes. Los veía de tres en tres en la tele, en carteles publicitarios, en Facebook, etc.

Aquello empezó a coger ritmo y un día vi una imagen de 20 leones que venían de frente. La cosa iba bien.

Sin embargo, yo estaba recreando otra visualización sin darme cuenta y, sin pedirlo, se reprodujo de una manera increíble.

Creedme si os digo que la visualización me llevó hasta ella!

Desde hace dos o tres años recuerdo con cierta frecuencia la imagen de unas amapolas. Es un recuerdo de cuando yo vivía en Valladolid, tenía 8 o 9 años y estudiaba en un colegio de monjas del que guardo un gran recuerdo. Las monjas solían llevarnos en mayo a dar algún paseo por los alrededores del colegio y es de ahí, de esos paseos, de donde yo he guardado mi recuerdo de un bellísimo campo de amapolas rojas.

Como os decía, ese recuerdo hace años que me ronda la cabeza, pero fue tras la visualización de los leones que practiqué con David cuando un día, pasando en coche por la autopista de Oviedo (que es donde vivo ahora) a Madrid y ver los campos de amapolas de Castilla León, empecé a hablarle de este recuerdo a mi novio y a describirle con todo lujo de detalles mi recuerdo de la primavera en esos campos de Valladolid y mis amapolas rojas. Después me dije “tengo que ir un día a Valladolid y visitar mi antiguo colegio”. Ésta es una cosa que hace 30 años que me digo pero siempre tengo lugares más exóticos a los que viajar que Valladolid.

La verdad es que al describírselas hice una visualización muy clara, muy vívida.

Pues pocos días después, mi novio me dijo que se había olvidado que tenía que ir a Valladolid por trabajo y se empeñó en que le llevara porque él tenía el coche en el taller y no quería ir en tren. Le dije que sí a pesar del montón de trabajo que tenía y aún no sé muy bien por qué. Sobre la marcha, mientras íbamos de Oviedo a Valladolid, pensé que podía aprovechar la mañana para ir a mi antiguo colegio a ver si seguía igual y visitar mi antigua casa.

Pues al día siguiente, mientras mi novio se fue a trabajar, cogí mi coche y desde el hotel del centro de Valladolid metí la dirección del colegio en el navegador y me dispuse a ir. Os aseguro que el navegador está actualizado, de hecho el coche es nuevo y el navegador funciona muy bien y está bien programado para priorizar autovías y rutas “normales”.

Pues no sé qué hizo el navegador, se volvió loco, y en vez de llevarme por la carretera normal, que está igual que cuando yo vivía allí, me llevó por una carretera secundaria y en un momento dado me dijo “tuerce a la izquierda” por un camino de tierra que resultó ser la parte de atrás del colegio. Desde ahí no se podía acceder al colegio porque había una verja enorme que recorría el colegio y lo impedía, de hecho no había salida y no tenía más remedio que dar la vuelta o me metía en un pinar. Pero toda esa parte de atrás del colegio era mi campo de amapolas. Me di cuenta perfectamente de que estaba en mitad de aquel campo de amapolas que había visualizado al detalle días atrás. Os aseguro que aunque mi intención, cuando supe que iba a ir a Valladolid, era la de ir de visita a mi antiguo colegio lo cierto es que hubiese sido incapaz de encontrar el lugar exacto en el que estaban esas amapolas de mi infancia. Simplemente no sabía llegar y por eso no planeaba buscar el lugar.

De hecho, cuando “volví a la realidad” y saqué mi coche de allí para dirigirme por la carretera de siempre al colegio, me di cuenta perfectamente de que el colegio había cambiado y habían cerrado la salida al campo de atrás y supe que de haber entrado la primera vez por el camino correcto al colegio nunca habría sabido dar con el lugar exacto al que Sor María nos llevaba de excursión.

No sabéis lo que me pude emocionar. No solo por el recuerdo vivido si no porque, de pronto, entendí todo el daño que me había hecho en estos años a mí misma atrayendo lo que no debía cuando realmente es posible y hasta sencillo atraer lo que te hace sentir bien. Es sencillo atraer todo aquello que piensas.